Y AHORA… LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

Tras el Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de pensiones, escenificado en el Palacio de la Moncloa un día antes de la visita de Angela Merkel, lastrado por la falta de consenso y la opinión generalizada de su insuficiencia para salir de la crisis, siguen aumentando los impuestos, se incrementa la inflación, se recortan salarios, las prestaciones sociales disminuyen, el consumo se retrae, las dificultades de acceso al crédito aumentan, y, lo que es más grave, los parados suman 4.779.894, contando los demandantes de empleo con “condiciones especiales” (los 480.631 asistentes a cursos de formación y beneficiarios de subsidios agrarios) y la pérdida de 225.257 afiliados a la Seguridad Social.

La conclusión es clara: El acuerdo pactado no está impulsando la creación de empleo. Baste recordar que los contratos de fomento de empleo – estrella de la reforma laboral – sólo representan el 9,9 por 100 de los contratos indefinidos; el 90 por 100 son contratos temporales.  Así lo entienden, el millón y medio de familias que han traspasado el umbral de la pobreza, los casi cinco millones de parados y la mayoría de los trabajadores – que aun en activo – cada vez en mayor medida desconfían de un Gobierno incapaz e incoherente que no hace sino improvisar y condenarnos a todos con una disociación de la realidad, en lugar de reducir radicalmente el exceso de gasto público, gastando menos de lo que se  ingresa. El balance es desolador y las cifras de desempleo son demoledoras, por culpa de un Gobierno y de unos agentes sociales indolentes que han venido haciendo caso omiso de las recomendaciones. Imagen de unidad, pero la realidad es que el pacto sobre políticas activas de empleo, la negociación colectiva, la política energética e industrial y la I + D + I no son más que una declaración de buenas intenciones, con escasez de contenido. El pacto alcanzado se traduce en decirnos desde la sonrisa y el apretón de manos de los firmantes que algún día los que trabajen y coticen 38 años y medio cobrarán una mísera pensión.

            Sin crecimiento no hay empleo y sin empleo cualquier reforma laboral no garantiza nada. La desconfianza internacional en la solvencia financiera española exige medidas firmes y urgentes, tanto para contener a los mercados de deuda como para sacarnos de la crisis mediante un programa de reformas serias y un liderazgo claro y eficaz.

            La negociación colectiva es la pieza clave sobre la que pivota nuestro sistema productivo. La base jurídica de los convenios está contenida en el artículo 37 de la Constitución española: “la Ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios”. Y, es que, los convenios tienen rango de norma garantizando su vigencia mientras no se modifiquen.

            El 19 de marzo, cinco días antes del Consejo de Jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas, concluye el plazo marcado por el Gobierno para que patronal y sindicatos alcancen un acuerdo sobre la negociación colectiva, para hacer frente a los problemas del mercado de trabajo extremadamente rígido. El pacto en esta materia es imprescindible para que las empresas, con mayor flexibilidad interna (en horarios, jornada y salarios), con una contratación más flexible, abordando los descuelgues en los convenios, la contratación de los jóvenes y la rebaja de cotizaciones a las empresas, puedan adaptarse a los escenarios necesarios para generar empleo estable y para que el impacto sobre la economía y el mercado laboral, influya en la competitividad.

            Desde hace años, el FMI, la OCDE y el Banco de España, exigen suprimir las cláusulas de revisión salarial, desligando los salarios de la evolución del IPC, que están presentes en un 70 por 100 de los convenios.

CCOO y UGT entienden que es un “grave error” eliminar las cláusulas de revisión. El Secretario General de UGT afirma que los sindicatos no sacrificarán el crecimiento de los salarios y el Secretario General de CCOO, sostiene que España tiene poco que aprender de otros lugares.

El Presidente del Gobierno entiende que deben ser los sindicatos y los empresarios los que discutan si los salarios deben estar ligados a la subida de los precios o a la productividad..

El ugetista Ministro de Trabajo, dice que a España no le ha ido mal ligar la evolución de los salarios a la inflación prevista.

La patronal entiende que los convenios deben tener fin en algunas de sus materias mientras se negocia uno nuevo. Por el contrario, los sindicatos y el Gobierno parecen no estar a favor de avanzar en esta materia.

La canciller alemana dice que los salarios deben subir según las ganancias de las empresas.

En mi opinión, se trata de:

* Dar más facilidades a las empresas para cambiar las condiciones de trabajo antes de recurrir a despidos.

* Agilizar la estructura de la negociación colectiva fomentando más los convenios sectoriales y de empresa que los provinciales.

*Acabar con la prórroga automática de los convenios.

* Mejorar la productividad.

* Aumentar la participación de los trabajadores en el seno de las empresas.

* Propiciar más el contrato indefinido de fomento de empleo, ampliando los supuestos en los que los trabajadores puedan acceder a esta contratación.

* Disminuir los contratos temporales.

* Mejorar la regulación del contrato estable a tiempo parcial.

* Quitar rigidez a las causas económicas del despido objetivo.

* Mejorar la formación para el empleo para que de verdad sirva a los empleados y parados.

* Formar a los trabajadores en la polivalencia para que puedan cambiar de trabajo sin dificultades.

* Fomentar la incorporación de los jóvenes (el 40 por 100 desempleados) al mercado laboral.

* Establecer medidas contra el absentismo laboral.

* Reducir el control judicial y administrativo de los despidos colectivos.

El genial humorista Máximo, decía hace ahora nueve meses: “Los trabajadores necesitamos a los empresarios para que haya trabajo. Y los empresarios necesitan a los trabajadores para que haya empresas. Y siendo así la vida, ¿por qué no procuramos funcionar juntos y justos, de una buena vez? A lo mejor es que somos estúpidos.

Francisco Vírseda García

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