EXCELENCIA EN EDUCACIÓN

            La Comunidad de Madrid se propone dedicar, de momento, un instituto para alumnos de Bachillerato que se ha dado en llamar “excelentes”. Esta experiencia ya ha suscitado las opiniones encontradas en el foro político y social, a mi entender, más por quién lo dice que por lo que dice. En principio, nadie debería estar en contra de la búsqueda de toda excelencia y más si esta es en educación. VER DETALLES DEL NUEVO CENTRO 

            Los resultados reflejan un porcentaje en nuestro país del 31% de abandono y fracaso escolar. No es de extrañar que se intente abrir otros caminos que dulcifiquen este descalabro colectivo del que todos somos responsables. Meter a todos los alumnos en el mismo aula, teniendo intereses diferentes, capacidades distintas, variadas motivaciones, diversos orígenes, objetores y no objetores de la educación, de momento, no ha dado resultado. Para los más necesitados ya se han habilitado clases de apoyo y desdobles en materias troncales. Posiblemente insuficientes. Para los más destacados, nada. Alumnos con diferentes resultados han existido siempre, pero nunca se había acortado tanto esa diferencia como ahora que se va consiguiendo la igualdad, pero por abajo.

            La atención a la diversidad, con frecuencia, se ha entendido en una sola dirección: subsanar las carencias. Es uno de los objetivos de toda educación, pero no el único. También existe el progreso y la superación de aquellos que muestren más capacitación, más interés y mayor esfuerzo. La diversidad hace referencia a aquello que nos hace diferentes y el empeño no debe ser el de igualar a todos, sino mejorarlos. No hay ningún peligro, ni es ningún desaire que en educación, el que quiera más, tenga más, siempre que todos cuenten con las mismas posibilidades. Recordemos que el Bachillerato es una etapa no obligatoria y que, en principio, se encamina hacia estudios universitarios donde, para su ingreso, ya existen notas de corte que condicionan el acceso discrecional.

            Hacer alusión a términos como “segregación” en este caso, muestra una marcada intencionalidad por buscar aspectos negativos y muy sensibles que no se persiguen con medidas como esta. No se trata de guetos para una élite ni de prescindir de una enseñanza inclusiva. No siempre los alumnos con mejores resultados son los más disciplinados ni los mejores dotados intelectualmente. Lo deseable sería que todos los centros fueran excelentes. Lo serían si los recursos y medios fueran los necesarios; si el profesorado encontrase la formación y una motivación profesional; si las leyes estuvieran orientadas al progreso basado en el esfuerzo; si la clase política viese la educación no como una carga sino como una inversión rentable; si las familias combinaran la atención necesaria a sus hijos con una exigencia proporcionada.

            La propuesta que ahora se presenta en la Comunidad de Madrid, no es más que eso: una experiencia en un centro público, de carácter voluntario y que pretende  mejorar el rendimiento de algunos alumnos en Bachillerato como ya se viene haciendo, con mejor o peor fortuna,  con los que muestran mayor dificultad en las aulas de apoyo y desdobles en la enseñanza obligatoria. En principio, esto no puede perjudicar al resto de alumnos que seguirá su ritmo habitual, y sí les podrá incentivar y servir de estímulo. Pienso que no se debería ir más allá de esto. Pasado un tiempo, se verá si aquí ha cumplido su misión lo que en otros países, de momento, sí da resultado.

            Cualquier esfuerzo por mejorar y generalizar la excelencia en educación es meritorio y debe contar con el apoyo y esfuerzo de todos, sin restricciones partidistas.

 Joaquín Moreno Cejuela

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