Eso es lo que ha pedido el candidato a presidir la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, a todos los que pretendan formar parte de su gobierno: ser coherentes con los principios que propugna el partido socialista. El dirigente político les exige algo muy concreto: El uso del transporte público en sus desplazamientos y elegir la sanidad y la educación pública para ellos y para sus hijos. Más coherencia, imposible.
La actual Presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, en una intervención en la Asamblea, ya había reprochado a la portavoz del grupo socialista, Maru Menéndez, el hecho de que todos los principales dirigentes socialistas hubiesen escogido como residencia familiar los municipios gobernados por el PP, como Pozuelo, Aravaca, etc. en lugar de otros gobernados por ediles socialistas y que se presentaban como ejemplos de modernidad y de progreso. Eso no era coherencia política, decía la Presidenta.
Tal vez, Tomás Gómez piense elevar la propuesta al Comité Federal del PSOE para que sea exigible a todos los militantes del partido, incluidos los votantes y miembros del actual gobierno. Dudo lo que pensarán destacadas celebridades socialistas dirigentes de ahora y otras que han gozado de alfombras y de manteles en anteriores legislaturas. La invitación que hoy hace Tomás, no puede ser más coherente.
El uso del transporte público, dirán algunos, parece razonable. Es práctica común en muchos países. La sanidad pública, hoy en España, goza de una calidad de reconocido prestigio. Es mejorable, como todo, pero su garantía es incuestionable. Pero cuando Tomás Gómez quiere gestionar la educación de los hijos de los demás, el discurso ya no les parece tan coherente. Una cosa es defender la escuela pública, dirán ellos, y otra que el partido me toque la descendencia. Una cosa es defender en un mitin unos criterios y otra exigirme llevarlos a la práctica en la vida privada y familiar. Una cosa es predicar y otra dar trigo y en la educación de los propios hijos hay que asegurarse de que el trigo sea de la mejor calidad.
La propuesta de Tomás Gómez referida a la educación, guarda toda la coherencia desde la perspectiva de un partido que ha entendido la escuela dividida en “buena” y en “mala”. Es “buena” la enseñanza pública y se entiende que el resto es “mala”. Por eso, Tomás quiere una educación “buena” para los hijos de sus colaboradores y, por extensión, para los hijos de todos los dirigentes, afiliados y, por supuesto, votantes de su partido. En su criterio, no les priva de libertad, sino que es el partido el que les orienta y les exige la opción mejor.
Si así fuera, sobraría el artículo 27 de nuestra Constitución que reconoce la libertad de enseñanza y el derecho de los padres (no del partido político) a elegir el modelo de educación que quieren para sus hijos. Las dos redes de centros, públicos y privados, son complementarias y garantizan la libertad de elección. El ser “buena” o “mala” una educación, no se desprende del apellido que le pongamos detrás: “pública” o “privada”. Las dos deben ser promovidas de igual modo y las dos pueden ser excelentes o deficientes dependiendo de factores que interfieren en el educando y en cada centro. Esto es lo que deben valorar los padres y todos debemos respetar.
La coherencia exigible a los dirigentes políticos se enmarca en otros campos más sociales: gasto público superfluo, atención a la diversidad, creación de empleo, generación de recursos…Pero la educación de los hijos es tarea de toda la sociedad, encabezada por los padres, y no por el partido político de turno.
Joaquín Moreno Cejuela