EL SINSENTIDO DE UNA HUELGA

Algunos sindicatos han convocado jornada de huelga para el día 24 de octubre en el sector de la enseñanza. Por una parte, los de la red pública que continúan en su oposición frontal al actual ministerio y a todo lo que de él se derive, como la nueva ley en trámite: La LOMCE. Por otra parte, los sindicatos de la enseñanza concertada llaman a la huelga, cada uno por separado y con actos independientes, porque consideran que esta ley recorta sus derechos y no han sido atendidos en su elaboración. Unos porque ven un trato de privilegio a la enseñanza privada en detrimento de la pública y los otros porque se sienten abandonados y discriminados con respecto a sus compañeros funcionarios docentes. El día 24 no se convoca una huelga, sino muchas huelgas, tantas como colectivos que quieren protagonizar, en solitario, el enfado común ante una maltrecha situación del clan docente.

Si se analizan los motivos que tratan de justificar la huelga (cada sindicato tiene los suyos porque la convocatoria es independiente) se centran en dos puntos recurrentes. Primero: no ha habido diálogo en la elaboración de la ley y si lo ha habido, no se han atendido sus sugerencias; y segundo, el recorte salarial se mantendrá, por lo menos, hasta el año que viene con el peligro de que, en lo sucesivo, unas circunstancias económicas adversas, volverán a pasar factura en los bolsillos de los docentes. Después, el argumentario se rellena con los motivos habituales en toda reivindicación maximalista, que nunca podrá plasmarse en una ley, sin crear un conflicto en una parte del polivalente mapa educativo cargado de intereses partidistas.

La nueva ley de educación no satisface a nadie. Es la LOE socialista bautizada con el sello del PP en aspectos académicos más restrictivos. Entre los motivos, los convocantes de la huelga hacen poca referencia a las innovaciones que se incorporan: en la distribución de asignaturas, elección de itinerarios, modalidades del bachillerato y la nueva FP, las evaluaciones externas, el castellano como lengua vehicular, la asignatura de religión y supresión de Ed. para la ciudadanía, etc. Ninguno de estos argumentos bastaría para justificar una medida tan extrema como una huelga y los económicos y laborales que aportan los sindicatos, evidentemente, tampoco.

La huelga de un sector debe ser el último recurso para reivindicar un derecho, después de haber agotado todos los caminos, incluso los jurídicos, para conseguirlo. Por lógica, debería ser indefinida. Solo debe cesar esta medida de presión cuando se recupere el derecho o el bien injustamente perdido. No tiene sentido convocar una huelga testimonial, en señal de protesta, y acudir al trabajo al día siguiente si persisten las mismas condiciones que la motivaron. Para expresar el descontento, existen otros cauces menos traumáticos que la suspensión del trabajo. Sobre todo, si ese trabajo va ligado a la educación.

En todas las huelgas se pretende presionar para lograr ser atendidos. Aquí el daño recae sobre unos alumnos y unos padres que son dueños de un derecho y son los rehenes indefensos, los chivos expiatorios por un día. Acabada la jornada reivindicativa cada uno volverá a su sitio: docentes y alumnos a las aulas, y el Parlamento volverá a votar, ajeno a pitos y camisetas. Pues eso, hagamos el día de las elecciones nuestra mejor jornada reivindicativa, la más efectiva. Mientras tanto, dejemos la escuela en paz.

Joaquín Moreno Cejuela