REFLEXIONES DESDE MI TIZA
Por Joaquín Moreno Cejuela
Ante todo, ¿Deberes o tareas? Hoy parece más amigable la palabra “tarea” por su connotación menos impositiva.
De nuevo se abre el debate para demonizar o bendecir una práctica extendida, hasta ahora, en la vida escolar. Todo ello referido, claro está, al alumno. El profesor puede continuar con la eterna tarea de correcciones, formación y preparación de clase…en su casa. Nadie se incomodará por él.
Es cierto que “la tarea” refuerza los conocimientos adquiridos en el centro y, a veces, sirve para concluir lo que allí no se hizo, pero también, en ocasiones, son ejercicios repetitivos que sólo fomentan el hastío. Las nuevas tecnologías son la herramienta idónea para formarse en otras habilidades que superen el aprendizaje memorístico insustancial. Las “tareas” deben ser gratificantes, libres y flexibles, nunca gravosas. En todo caso, han de contribuir al desarrollo del sentido de la responsabilidad, y a inculcar hábitos de trabajo.
Algunos hablan de la necesidad de regular esta práctica. El alumnado es un amplio colectivo poliédrico, con diferente edad, distinto entorno social, y un nivel de desarrollo muy variado. ¿Qué autoridad se ve competente para ordenar el trabajo extraescolar ante tanta diversidad? ¿Los políticos?
Las metodologías impuestas en otros países, no son aplicables universalmente. Las tareas no pueden ser la causa de nuestros malos resultados en evaluaciones internacionales.
Los padres tampoco se definen ante el dilema de “deberes sí o deberes no”. Para unos, el repaso de las tareas con su hijo, supone un gravoso esfuerzo añadido a su trabajo diario. Otros, en cambio, prefieren mantenerlo activo, alejado del juego y de otras actividades evasivas. Esta tarea es competencia de la responsabilidad educativa de los padres. Los profesores tenemos una parcela de influencia directa en el centro escolar. A los padres les corresponde, en casa, la adecuada programación extraescolar para sus hijos. Los hábitos se adquieren, en muchos casos, con el ejemplo recibido.
La armonía entre el descanso, el juego, el trabajo personal, la investigación, sería una buena respuesta para hacer complementaria la misión escolar y la familiar sin que una invada y desestabilice a la otra. Por ello, solo debería ser obligatoria la asistencia y participación en el centro escolar y más flexible, creativo y voluntario, el trabajo con las denominadas “tareas”.
Al acabar el día, me sacudiré las manos manchadas de tiza y entre la nube de polvo que desprenden, pensaré que, tanto el alumno como yo, nos merecemos un tiempo para crecer en otros saberes, para mirar otros ojos, y respirar un aire nuevo. Mañana, seguro, volveremos renovados a la tarea. Nuestra tarea.