LA ESCUELA DEL FUTURO

tabletREFLEXIONES DESDE MI TIZA

Por Joaquín Moreno Cejuela

Dicen que la escuela de tiza y de pizarra tiene los días contados. Dicen que enseñar y aprender será solo, cuestión de ratones.

Ya vemos cómo se arrinconan los toscos pupitres y sobre las desnudas mesas colegiales luce luminosa la pantalla táctil  de la tableta (en lugar de tablet, como recomienda la RAE). El libro electrónico, compendio de todo el saber, oscila al compás del impulso de unos dedos saltarines, cada vez más doctos, que se posan sobre él y provocan una sucesión de imágenes y figuras que se abren en cascada. Es el anuncio de que la escuela del futuro ya se ha adueñado del presente.

Allí están los alumnos, ensimismados con sus cascos protectores, aislados del entorno más cercano. Los ojos anclados en la pantalla, preguntando y respondiendo, deslizando la huella sin pronunciar palabra. Un escueto OK en verde, una luz parpadeante o un muñequito saltarín, serán la confirmación de que han elegido la respuesta correcta. El profesor, desde su supermáquina “sabelotodo”, le enviará un mensaje proponiendo una nueva aventura de navegación por los caminos del infinito mundo del saber. Los padres recibirán otro mensaje, al instante, que les informará de la velocidad de respuesta de su hijo: “1 segundo y tres décimas”. ¡Progresa!

Se recuperará en la escuela el espacio perdido en bibliotecas con estanterías cargadas de enciclopedias y libros, ahora inservibles. Adiós a las pesadas mochilas, fruto de una civilización arcaica y se hará realidad aquel dicho de que: “el saber no ocupa lugar”, porque todo estará comprimido en un “pen drive” de una memoria “supermegagrande”, con el que el alumno acudirá, muy ligero de equipaje, cada mañana al centro de investigación personal, antes llamado escuela.

Es evidente que la enseñanza, como todo, debe gozar del beneficio que proporciona la aplicación de las nuevas tecnologías. Pero con eso no es suficiente. Siendo, como lo es, importante, debe tener una dosificación adaptada a la edad y al entorno. En el proceso de enseñanza-aprendizaje no conviene descuidar algunos aspectos que enriquecen el medio y el fin, como es la comunicación. Tal es la relación personal del alumno con el profesor y con el grupo. La voz, el gesto, la duda, el debate, la pregunta, el disparate, la explicación, la mano alzada, el cuaderno, el libro, y hasta la chuleta salvadora, forman parte de la liturgia escolar.

El progreso personal no se reduce a un conjunto de conocimientos y habilidades adquiridos en soledad  frente a la máquina. Sería lamentable que el tributo que hubiese que pagar al desarrollo tecnológico, fuese el estar abiertos para beber de las fuentes del saber que inundan la red, y permaneciéramos cerrados, aislados e ignorados por los más cercanos, desperdiciando los valores que enriquecen el roce y la relación personal. Todo en su justa medida.

Al acabar el día, me sacudiré las manos manchadas de tiza, y entre la nube de polvo que desprenden, pensaré en no perder la palabra para hablar, el oído para escuchar y la sonrisa para jugar. También trabajaré para que esta escuela del futuro convierta en más humano, cálido y acogedor el futuro de la escuela.

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