Varios países ya han afrontado el tema del uso de los móviles de los alumnos en la escuela. Tarea nada fácil porque es un cóctel con ingredientes difíciles de condimentar: padres, profesores, industria de comunicación y entorno social, cada uno con un interés particular. En España se estudia llegar a un Pacto de Estado para consensuar unas medidas en el uso de las nuevas tecnologías contra lo que se considera un “problema de salud pública”.
Hay razones que justifican, fundadamente, una postura y la contraria. Tanto en casa como en el centro escolar se plantean los mismos interrogantes: Móviles: sí, no, a qué edad, con qué fin. La respuesta supone una renuncia a la que no se llegará por opción sino por imposición. Y esto siempre acarrea insatisfechos, sobre todo, si la normativa proviene del político de turno que anda zascandileando sin buscar un consenso razonable.
La herramienta no es ni buena ni mala, sino el uso que de ella se hace. La actual Ministra de educación, Pilar Alegría, propone que “Más que prohibir hay que educar en el uso racional de las nuevas tecnologías“. Empezando por la familia, añadiría yo, de tal forma que al pasar del entorno familiar al escolar, el alumno perciba los mismos criterios y valoraciones.
Recordemos que la reclusión forzosa e inmediata que supuso la pandemia, fue una etapa extraordinariamente exitosa que superó el personal docente sin haber tenido ninguna preparación específica para ello. El profe en su casa, el alumno en la suya y todos en la escuela común a través de internet. De alguna forma, esa herramienta sigue cada vez más activa y de uso común en las plataformas web, avisos, calificaciones, trabajos, etc y constituye el soporte comunicativo habitual que proponen los centros.
El uso del móvil es una práctica enraizada ya en nuestra sociedad, con sus ventajas y utilidades evidentes. Una herramienta de comunicación e información que la hemos convertido en imprescindible en múltiples ocasiones. Pero, al mismo tiempo, se ve innecesaria, incluso perjudicial, en determinados ambientes, uno de ellos, la escuela. El entorno escolar dispone de los medios adecuados para que el alumno alcance la información y la comunicación que precisa para su aprendizaje, sin necesidad de estar abstraído en otros intereses.
Si se trata de que «el uso compulsivo de la tecnología es un problema de salud pública», demos la primera lección en la escuela, eliminando los elementos que pueden ser contaminantes, uno de ellos, el uso del móvil en los centros educativos.